domingo, 23 de junio de 2013

El beso más desastroso de mi vida.

Allá en el centro de su andar encontré la alegría que había perdido. Nathalie era la chica más bonita que jamás había podido conocer. No era bailarina ni le gustaba bailar, sin embargo al caminar parecía que lo hacía, con suma delicadeza... Columpiándose en el aire. Le gustaba pintar, y pintaba bien. Una vez, en la clase de dibujo, se salió del lienzo y llenó la pared con su encanto, y el profesor no se atrevió a decir ni pío, engatusado por el arte plasmada en aquel enorme cuadro de cemento. Unas semanas después de conocerla, la seguí después de clase. Ella, danzando dulcemente y con dos libros en la mano, entró en su casa y salió de ella con una guitarra casi inmediatamente, se despidió de su madre tocando unos acordes que iban acompañados de su melodiosa voz... Nathalie era la chica más bonita que jamás había conocido, y hace tiempo, me dijo que yo era el chico más gracioso que ella jamás había conocido.
Fotografía de una calle avilesina.
Antes de que me dijese esto, tuve que llenarme de coraje, y pararla un día mientras salía de lo que yo creía su cafetería favorita.
-¿Quieres un café?- propuse.
-¿No te gusta el chocolate caliente?- preguntó como riéndose de mi torpeza y brusquedad. La verdad es que odio el chocolate caliente...
-Eh... Sí, sí, claro.
-Mintiéndome empiezas mal.- estalló en sendas carcajadas y me quedé colgado de su pelo, ella reía y reía... Y yo, la miraba.- A mi tampoco me gusta, tranquilo.
Esa tarde Nathalie se negó a tomar un café conmigo. Y la siguiente tarde también. Hasta que un día, sin querer, nos besamos. Y fue el beso más desastroso de toda mi vida, fue tan horrible que no sabía qué cara poner después de haberla besado. Y ella tampoco, es más, estaba tan seria que me daba miedo. Y dijo:
-Ha sido el beso más horrible de toda mi vida.
-Estoy de acuerdo.
-Muy decadente.
Mastiqué sus últimas palabras y las rimé: decadente, indecente, transparente, patente, saliente, caliente... Muy, muy, caliente.
Creo que aquel fue el primer beso desastroso de muchos, porque no recuero haber dejado de besarla desde entonces. Nathalie es la chica más bonita que jamás he conocido. Bueno, tal vez eso no sea del todo cierto, pero con Nathalie... Incluso el chocolate caliente me sabe a gloria.

jueves, 20 de junio de 2013

Por eso escribo.

Amar es como mear contra el viento.
Creo que esa era la expresión correcta. Cuando cojo el bolígrafo y le doy forma a la tinta que contiene se liberan los fantasmas del pasado, escalan por mi piel y salen por mis dedos, desde el centro de mi alma hasta el corazón del universo. Hoy, mis espectros quieren escribirte a ti.
¿Sabes quien soy? Solías mirarme de soslayo en tus ratos libres. Solías identificarme con la palabra amor. Amor, ¿pero, qué mierda significa ser amado? Porque yo sé amar, sé cuando amo, sé cuando odio, sé lo que me gusta, lo que me daña, y lo que me disgusta. Sin embargo, no sé hacer que me amen, no sé cuándo me aman, no sé cuándo me odian, no sé cuándo gusto, cuándo daño, ni cuándo disgusto. Esto se dificulta cuando instauras entre tus labios y los míos un cristal opaco en el que solo puedo ver el bao de tus pensamientos.
¿Sabes quién eres? Solía llamarte a todas horas. Solía acostarme contigo y despertarme sola. ¿Pero, ahora que miro atrás, qué coño significa amarte? Si yo no sé amar, ni sé odiar, ni dañar, ni disgustar. Yo sólo sé escribir... Escribirte.
Te escribo porque sé que no puedo verte, y al escribirte te dibujo, y redibujo, y recreo, y corrijo, e invento, y deshago, y beso, y muero, y escribo... Te escribo. Te escribo porque es la única manera de estar contigo. La forma más bella que conozco, el sexo más puro, la vida más íntima, el amor más claro. Te escribo porque sé que entre los versos de mi prosa somos libres, somos más libres que teniendo alas. Más libres que ser humanos. Más libres que vivir mientras morimos. 
¿Sabes quiénes somos? Solíamos hacernos de rabiar, solíamos hacernos cosquillas en el corazón, solíamos perder la razón entre las notas de una canción que hoy no quiso parar de sonar... Jamás entenderé de dónde sale, ni en dónde acabará, jamás entenderé dónde termina el mar, ni querré saber si en la última página el cielo se besa con la salitre. Por eso escribo, para poder estar contigo, porque sé que entre los versos de mi prosa... Somos libres.

domingo, 9 de junio de 2013

Y ahora no podré pintarla nunca.

-Oye...
-No, en serio, no importa.
Y se fue. Se fue meneando las caderas, como cuando intentaba seducirme haciendo un pase de modelos por el pasillo de mi piso. Como cuando cocinaba tarta de chocolate o bailaba ballet. Qué bella era, qué dulce y delicada sobre las puntas de sus pies, envueltas en gasa rosa...
Y yo sé que ella no lo hacía a sabiendas, que en realidad, ella se movía con el encanto de las panteras y la determinación de los tanques porque su genética lo imponía, porque su composición estaba bordada en oro. Y yo, tonto e inútil, pensé que podría detener un momento más el contoneo de su cintura, el largo de sus piernas, la envoltura de su torso y el rojo mate de sus labios... Pero se fue, y no la volví a ver nunca jamás.
Nunca jamás es mucho tiempo. El minutero del reloj se me clavaba una y otra vez, una y otra vez. Y ella no volvía, ella no volvería porque yo la había perdido. La había perdido para siempre. 
Ella era amor del que si se ausenta duele y si se frecuenta alivia la mañana. Y su sexo era la pasión de la que aún a veces no salgo. Tan fina, tan suave, tan suya. Jamás en la vida pude pintarla. 
No sé si lo he dicho ya, pero soy pintor. De hecho, soy el mejor pintor que ha pisado el universo, todo el mundo pide mis cuadros, los vende a precio de oro. Con una de mis obras, me compraría el Vaticano. Pero... ¿De qué sirve si no puedo pintarla? ¡Esa panda de críticos y los museos, creen que pueden pagar millones por un trozo de pintura al óleo, pero eso no hará que me la devuelvan! Y yo sé que se fue por la pintura. Por mi pintura. Porque ella amaba el ballet y yo quería retratarla desnuda en medio del escenario, salvaje e inquietante. Pero ella se fue, ella se fue y ahora ya no puedo pintarla... No podré pintarla nunca.

Qué trágico... ¿Verdad?

¿Cuál es la diferencia entre lo que es justo, y lo que es injusto? Si cada cultura establece unos valores, ¿cuál es el verdadero significado de belleza y de bondad? Si realmente lo que importa se encuentra tapado por esta película que envuelve nuestras entrañas y nos protege, oprimiéndonos a veces, ¿cuál es la razón por la cual atacamos a los que son diferentes?
Yo lo tengo muy claro, los pensamientos humanos están codificados para intentar reflejar compasión. Queremos ser personas de la gran pantalla, porque queda eternamente tierno trazar frases del tipo: la belleza está en el interior o que le jodan a los complejos. Porque al final, el hombre gordo seguirá siendo motivo de risa en cuanto el iluminado predicador del autoestima se de la vuelta y se tope con una sociedad llena de mierda y carisma.
Imagen de la película Criadas y señoras.
¿Y cuáles son los valores de mi cultura? Me pregunto a menudo hasta qué punto pueden ser dañinos para la mentalidad. Veo a mi hermana preocupándose de la ropa que debe llevar y cuál no, adaptándose como un camaleón a una sociedad cambiante que ya no es lo que era, ni es lo que será mañana. 
Yo me levanto, me miro al espejo, y qué queréis que os diga, veo el peso del agobio y la opresión en mis párpados. Si no estudias te encarcelan en tu cuarto para que estudies, si te encarcelas en tu cuarto por propia voluntad para estudiar más, se quejarán porque no eres libre. Y si equilibras las dos actitudes, se quejarán más porque no alcanzas la matrícula y tu nota media se teje entre el 6 y el 7, notas de las que tus abuelas no pueden presumir al ir a la peluquería. ¿Qué trágico, verdad?
Y entonces, ¿qué son los valores? Los valores los tiene cada persona en su cerebro, guardados bajo llave con el resto de las cosas que no nos dejan sacar a la luz. Porque si aquí lo bello es ser anoréxico, a ti no te pueden gustar personas que pesen más de 50 kilos. Y si lo bello es la obesidad, no te pueden atraer personas que pesen menos de 100. 
¿Durante cuánto tiempo más el mundo va a estar en guerra? Soldados asesinados, pero también niños que mueren de hambre, y potencias que se dan la mano sonriendo y tras la espalda tienen los dedos cruzados... Todo por ideales que nadie quiere cumplir.

sábado, 1 de junio de 2013

Tinta Negra.

Erase una vez, en un lugar muuuuy lejano, o tal vez muuuuuy cercano a donde estás, un escritor maldito, que vivía en lo alto de una torre, rozando la gélida aurora de la noche...
El escritor, conocido como Tinta Negra (un nombre que a él, personalmente, le crispaba la piel, puesto que le hacía sonar el mar con galernas y piratas a las que él no tenía aprecio), estaba condenado a pasar el resto de su vida prisionero de aquella alta masa de roca... Prisionero de su inspiración, una inspiración que, al pasarla a palabras con tinta, se volvía realidad.
Pasaban los años y allí, entre los fríos muros de piedra, no pudo evitar un día escribir sobre algo que le rondaba los recovecos más profundos de su mente... Plasmaba en todos los rincones aquella bella historia de una linda princesa que, dulcemente, ahogó las esperanzas de una vida llameante. Él, sin querer, se había enamorado de aquella Dulcinea que le perseguía día y noche, reviviéndose en la tinta de sus sentimientos, bailando ante sus ojos, desnudándose incluso... Le besaba a veces, y otras, reía y se escapaba con ternura, o con descaro...
Imagen de La Bella Durmiente
Una oscura noche de verano, el escritor se vio presa de la locura, e intentó aplacar su rabia dibujando a la princesa sumida en un sueño eterno, como había oído en un cuento hacía mucho tiempo... Así, pensó, la princesa no me volverá a besar, ni a seguir, y desaparecerá para siempre en los rincones de mi subconsciente, dormida en un sueño infinito... Pero aquello no funcionó, y el escritor la seguía viendo, nívea sobre el lecho, dulce, rebosante de vida y a la vez, tan, tan frágil... Así pues, torturado por la bellísima imagen de la joven, humedeció sus dedos en tinta y escribió sobre la roca:
Y entre rosas, claveles, y azucenas, la bella princesa, expiró.
En ese preciso instante, la hechicera que le había condenado, apareció en la habitación con la cara presa de la tristeza, y dejó caer en la cama de piedra en la que el escritor dormía, el cuerpo inerte de aquella bellísima princesa a la que mató. El joven escritor, carcomido por el tiempo dentro de aquel calabozo, observó que aquella ensoñación era real, y rompió a llorar al darse cuenta de que había matado a una persona de carne y hueso, de lágrimas y corazón:
-Tú, que te habías enamorado de esta bella muchacha, incapaz de alcanzarla jamás, con egoísmo decidiste matarla para que te diera la paz. Ahora, corazón enjaulado y egoísta, te condeno a observarla para siempre, muerta, como la querías.
La hechicera desapareció antes de que el pobre escritor pudiese rozarla, miró el cuerpo inerte de su amada, y entre lágrimas, se quitó la vida escribiendo en aquel muro:
La bestia que mató a la princesa, yació a su lado, en un mar de dudas...

jueves, 30 de mayo de 2013

No se puede encarcelar a un águila.

-Confieso que es difícil de entender. Realmente no sabía lo que hacía. En mitad del auge, allí, sola en medio del pánico... Un enorme halo de luz me dijo que estaba a las puertas del cielo. O eso quise interpretar yo. 
Dejé todo lo que estaba haciendo para seguirle. 
Imagen de la película Shakespeare in Love.
'La historia empieza un día de lluvia de 1600... Le vi mientras me desnudaba en mi cuarto, sus ojos estaban clavados en mi piel, y el asco que sentí hacia aquel viejo fue devastador y pegajoso. Una babosa inmunda, por eso decidí hacerlo. ¿Casarme yo por intereses familiares? Debía ejercer mi deber como hija. Pero iba a soltar la chispa de mi revolución, como mujer libre. Como mujer...
'¿No lo entiende, señoría? ¿No entiende usted mi condena? Estoy atada a una sociedad que no me permite  ni respirar. Incluso las ropas me oprimen el pecho. Quiero poder dar vida a un personaje y vivir la pasión del teatro... Quiero montar a caballo y aprender a hacer tiro, galopar con el viento, enamorarme y desatarme dentro de una pasión infinita. Como hacen los hombres, casados o solteros, todos ellos lo hacen. Dígame, señoría, ¿está más manchado el honor de una familia cuando es la dama la que deshonra?
'Esto es una injusticia que cualquiera puede ver, pero ellas se callan y cuchichean ante mis declaraciones, porque sus maridos les dan joyas y besos de buenas noches. Son las joyas las que las encadenan con su peso, ¡yo no quiero pendientes de oro, lo que yo quiero es libertad! 
'Él no era un buen hombre. Solo quería la fortuna de mi linaje. Sólo quería la lujuria de mi cuerpo. Apoderarse de mi por un puñado de reales... Pero no se puede enjaular a un águila, señoría. Porque prefiero pasar el resto de mis días en los calabozos con los ratones, que acostarme en un lecho que hará de prisión y encima tener que entregar mis carnes a una rata. Por eso lo maté, señoría.


sábado, 18 de mayo de 2013

El fin de mi mundo se encuentra donde empiezan sus sonrisas.

Creo que he perdido la cuenta de las veces que el dolor ha llegado a presionar tanto mi pecho que no siento tristeza, ni miedo, ni vacío.
Fotografía de Robert Doisneau
Es insoportable cuando el invierno se alarga más de la cuenta: no solo se te congelan las manos, si no también los logros y tus metas. Y a veces, cuando llega el verano y esos glaciares se derriten, hay cosas que quedan deformadas para siempre.
Me refiero al hecho de que dejando las cosas a medias no llegas a ninguna parte. Las cosas a medias te dejan un desazón en la boca que no se puede soportar. Te pican y te escuecen, o desatan en tu garganta un hilo de aire pesado que, lejos de ser agradable, te mata. Afortunadamente, las cosas que se dejan a medias acaban olvidándose o se pueden llegar a completar en otro momento. Pero hay una cosa excepcional que es imposible cambiar. Esa cosa que no podrás completar jamás, y lo peor de todo es que tú sabes que no podrás.
No me refiero a una noche esquiva de lujuria, ni a un cuadro a medio terminar, ni a un café a medio tomar. Me refiero a una persona.
No, no creas que voy a hablar de amor. No es el amor, es la persona. Es esa persona, de hecho, la que te va a quitar el sueño y la que va a impedir que quieras a alguien más que al susodicho en cuestión. Y siempre estarás a medias, entre la felicidad y la desesperación, entre lo que tú crees que quieres y en realidad no...
Yo no sé si podré hacerle feliz ni la mitad de lo que pensaba. Ni siquiera creía que una relación de pareja rozase a veces límites tan complicados. La vida es dura, no es cuento de Disney.
También afrontar una muerte es duro, crecer es duro, dejar de hacer lo que quieres es duro. Y es aún más duro cuando te sientes solo. No me gusta en absoluto sentirme sola, pero hay veces en que lo preferiría. Tal vez así el mundo no sería tan frágil, siendo salvaje...
Hoy llueve y me recuerda que hace años del principio, tal vez preferiría no saber nada sobre el final... Miro atrás y envidio la niñez de mis instintos. El fin de mi mundo se encuentra donde empiezan sus sonrisas...